Saltar al contenido

El lenguaje de los jeroglíficos: Champollion y la piedra Rosetta

22 febrero 2010

Champollion En 1801 un famoso físico era gobernador de la provincia francesa de Isère, se llamaba Joseph Fourier, durante una inspección rutinaria de las escuelas de la provincia Fourier descubrió a un niño de 11 años excepcional: Jean Françoise Champollion. La inteligencia precoz del niño y su extraordinaria habilidad para los idiomas le habían hecho merecedor de toda la admiración y atención de los intelectuales de la zona. También Fourier se quedó impresionado. Lo primero que vió Champollion en la casa de Fourier marcó el curso de su vida y le puso en camino de descubrir los secretos de una extraña civilización. Fourier acababa de participar junto con otros muchos científicos en la expedición napoleónica a oriente medio (La expedición de Napoleón a Egipto incluía 167 investigadores y científicos (matemáticos, astrónomos, dibujantes, naturalistas, arquitectos y literatos), que tenían las misión de documentar el Egipto contemporáneo y los monumentos que demostraban la grandeza de su pasado), y había estado encargado de catalogar los monumentos astronómicos de Egipto. El muchacho se quedó fascinado por la colección de Fourier de antiguos objetos egipcios, los fragmentos misteriosos de un mundo perdido. En esa época Francia estaba llena de estos restos arqueológicos que Napoleón había saqueado y que habían despertado un gran interés entre los intelectuales y el público en general. Al muchacho le llamaron mucho la atención los jeroglíficos egipcios.

¿Qué significan? – preguntó.

Nadie lo sabe – contestó Fourier.

En ese momento Champollion decidió que él llegaría a entender este lenguaje que nadie podía leer. Que descifraría los mensajes de otro mundo y de otra época. Se convirtió en un magnífico lingüista y se entregó de lleno a la escritura jeroglífica.

Vista de la fachada del Gran Templo de Dendera extraída de la obra Description de L'Egypte.

Fourier editó la descripción ilustrada de la expedición napoleónica (Description de L’Egypte, disponible para su consulta aquí). El jóven Champollion la estudió vorazmente. Para los europeos, estas imágenes exóticas descubrían una civilización totalmente extraña. Un mundo de monumentos gigantescos y nombres mágicos. Dendera, Karnak, Luxor,… Cada ilustración era un enigma que el pasado presentaba al presente. Y entre ellas había dibujos de lo que se llamaba la piedra Rosetta, y retratos de personas que vivían en las ruinas de los faraones. Egipto se convirtió en la tierra soñada de Champollion. Pero hasta 1828, 27 años después de su decisiva visita a Fourier, Champollion no pudo ir a Egipto. Junto con sus compañeros, Champollion fletó barcos desde El Cairo, y navegó lentamente siguiendo el curso del Nilo. Fue un viaje de muchas semanas que Champollion anotó con todo detalle. Fue una expedición a través del tiempo, un viaje a través de los siglos. A otro mundo. Champollion era ya adulto y había descubierto brillantemente la forma de descifrar los jeroglíficos, palabra que por cierto significa: grabados sagrados. Ahora Champollion estaba haciendo un peregrinaje al lugar de los antiguos misterios que el había sido el primero en comprender. Escribió:

«Finalmente llegamos a Dendera, la tarde del día 16. Nos encontrábamos a solamente una hora de los templos. ¿Podíamos resistir la tentación? Se lo pregunto al más frío de los mortales. Las órdenes que teníamos eran comer y marcharnos inmediatamente. Solos y sin guías cruzamos el campo. Calculando que los templos se encontraban en línea recta en relación a nuestro barco, anduvimos una hora y media sin encontrar nada. Finalmente encontramos a un hombre que nos indicó el camino y acabó por venirse con nosotros de buena gana. Al fin apareció el templo frente a nosotros. No voy a intentar describir la impresión que nos causó, sobre todo el pórtico. Nos quedamos allí extasiados durante dos horas, corriendo por las inmensas salas e intentando leer las inscripciones de la fachada a la luz de la luna.»

Jeroglíficos en el templo de Karnak

Realmente se sintió como enajenado al entrar en los lugares secretos del templo y examinar las palabras que con tanta paciencia habían esperado la llegada de un lector durante medio millón de noches. Champollion escribio a su hermano hablándole de su alegría al probar que podía entender la escritura de estas paredes:

«Ahora me siento orgulloso de que habiendo seguido el curso del Nilo hasta la segunda catarata puedo anunciar que no hay nada que modificar en nuestra carta sobre el alfabeto de los jeroglíficos. Nuestro alfabeto es bueno, se puede aplicar con el mismo éxito a los monumentos egipcios de la época romana y también, lo cual es aún más interesante, a las inscripciones de todos los templos, palacios y tumbas de la época faraónica.»

Champollion estaba anonadado por la grandeza que le rodeaba. Es la unión – decía – de gracia y majestuosidad al más alto grado. Los europeos no somos más que pigmeos. Ningún país antiguo ni moderno ha concebido el arte de la arquitectura con un estilo tan grande, tan sublime y tan solemne como los antiguos egipcios. Todo lo que construyeron era para personas de una altura de 30 metros.

El templo de Karnak, según David Roberts

El templo de Karnak, según David Roberts

Este es el gran templo de Karnak, en el alto Egipto. Fue construido continuamente durante un período de más de dos mil años hasta la época de los Ptolomeos. Aquí fue donde Champollion escribió: «Toda la magnificiencia faraónica se me apareció». Decía que lo que había visto en otras partes le parecía miserable comparado con las colosales concepciones que le rodeaban.

Champollion encontró que podía leer las inscripciones de estas paredes y columnas en Karnak y en Dendera y en todo Egipto. Que su forma de descifrarlas años antes era correcta. Pero… ¿Cómo lo había descubierto?

Muchos habían intentado sin éxito leer los jeroglíficos. Un grupo de eruditos pensaban que eran una especie de código pictórico lleno de oscuras metáforas referentes a ojos y animales pero especialmente a pájaros. Muchos pájaros. Algunos dedujeron de los jeroglíficos que los egipcios eran colonos chinos. En cambio otros llegaron a una conclusión totalmente opuesta. Hubo un individuo que con un solo vistazo a la piedra rosetta dedujo su significado. Dijo que «la rapidez en descifrarlo le permitió evitar los errores sistemáticos que surjen indefectiblemente tras una reflexión prolongada. Se consiguen mejores resultados – decía – si no se piensa demasiado«. Igual que en la búsqueda actual de la vida extraterrestre la especulación desenfrenada de los aficionados asustaba a muchos profesionales que abandonaban el tema.

Champollion no se asustó. Tampoco le preocupó la idea de que los jeroglíficos fueran metáforas pictóricas. Utilizó las teorías de un brillante físico inglés llamado Thomas Young, procediendo de la siguiente forma:

La piedra Rosetta

La piedra Rosetta había sido encontrada en el año 1739 por un soldado francés que trabajaba en la fortaleza de la ciudad de Rashid, en el delta del Nilo, que los europeos, en su cabezonería de no aprender árabe, llamaban Rossetta. Había sido parte de un antiguo templo que había sido derribado. Si la observamos podemos ver claramente que representa el mismo texto en tres lenguas diferentes. En la parte superior están los jeroglíficos egipcios, en el centro una especie de cursiva que luego fue jeroglífica llamada demótico y en la parte inferior el griego, la clave del asunto. Champollion podía desde luego leer el griego antiguo, era un magnífico lingüista, y descubrió que esta piedra había sido grabada para conmemorar la coronación del rey Ptolomeo V, en la primavera del año 196 a.c. Como es de esperar el texto griego incluye muchas referencias al rey Ptolomeo. Aquí por ejemplo pueden verlo ustedes:

Πτολεμαῖος (Ptolemaios)

Bien. En más o menos la misma posición solo que en la escritura jeroglífica están estos óvalos o cartelas:

Si esta cartela significa realmente Ptolomeo entonces los jeroglíficos individuales no es probable que sean criptográmas o metáforas, sino que muy probablemente serán letras o al menos sílabas. Además, Champollion tuvo el buen sentido de contar el número de palabras griegas y el número de jeroglíficos individuales en lo que se entiende que son textos equivalentes. Encontró que el número de jeroglíficos individuales es mucho mayor que el número de palabras griegas, demostrandose así una vez más que los jeroglíficos son principalmente letras y sílabas. ¿Pero qué jeroglíficos corresponden a estas letras? Afortunadamente Champollion disponía de otra piedra de Rosseta, un obelisco que había sido excavado en el templo de Philos y en el que había sido grabadas cartelas representando el equivalente jeroglífico de otro nombre griego: Cleopatra.

Las dos cartelas que Champollion descifró

Así que aquí tenemos la cartela de Cleopatra y la cartela de Ptolomeo. Les hemos dado la vuelta, cambiando la izquierda a la derecha y la derecha a la izquierda, y hemos extendido los jeroglíficos para que se puedan ver todos. Inmediatamente notamos que hay alguna similitud. El primer jeroglífico en Ptolomeo es una especie de cuadrado, el quinto jeroglífico en Cleopatra es un rectángulo. Ptolomeo. CleoPatra. Ambos parecen representar una P. De forma que Ptolomeo y Cleopatra nos dan la misma interpretación: Un cuadrado es una P. De igual manera, el cuarto jeroglífico en Ptolomeo es un león: PtoL… Asimismo el segundo jeroglífico en Cleopatra es una L. Resulta pues coherente, va surgiendo un modelo.

De esta manera, Champollion pudo asignar una letra a cada símbolo jeroglífico en ambas cartelas, traduciendolas finalmente como Ptolmes y Kleopatra. Observen que hay dos símbolos diferentes para la T, esto también ocurre en el idioma inglés con la F y la PH. Champollion descubrió que los jeroglíficos eran fundamentalmente una simple cifra de sustitución.

De manera que los oponentes de Champollion no estaban totalmente equivocados. Alguno de los jeroglíficos, por ejemplo el símbolo anj, que significa vida, son ideogramas o criptogramas. Pero la clave de la misión, el éxito de Champollion, consistió en que comprendió que los jeroglíficos eran esencialmente letras y sílabas. En retrospectiva parece casi fácil, sin embargo se tardó mucho tiempo en descubrirlo.

Champollion anduvo por las ruinas y casualmente leyó las inscripciones que habían sido un misterio para todos, contestando a la pregunta que él había hecho de niño a Fourier: ¿Qué significan? Qué gran goce debió sentir al poder abrir este canal de comunicación con otra civilzación. Al permitir que una cultura que había estado muda durante milenios hablara de su historia, de su magia , de su medicina, de su religión, de su política y de su filosofía.

_______________________________________

– Extraído de la serie COSMOS de Carl Sagan.

Capítulo 12: Enciclopedia galáctica.

– Champollion’s notes

– La piedra Rosetta en el Museo Británico

– ¿Cómo acabó la piedra Rosetta en manos Británicas?

¿Están descifrados los jeroglíficos egipcios?

No comments yet

Deja un comentario